A LA MAÑANA SIGUIENTE (y 3)
- LABIOS ENTREABIERTOS
- 5 may 2018
- 6 Min. de lectura
«Lo beso con fuerza mientras paso mis manos por su cabello mojado. Por fin conozco el roce de su lengua. Es algo rugosa en la parte superior y especialmente suave en la inferior. Su sabor es dulce, fresco… Diferente a la aspereza de sus labios».
«Ha separado mis nalgas y apartado el tirante del tanga. Ha rozado mi ano… Joder, comienza a frotarlo lentamente. Mierda, no me gusta el sexo anal… Su miembro está cada vez más duro y vibrante sobre mi vientre. Le beso el cuello sin poder controlarme. Sigue acariciando mi zona anal mientras la musculatura de su pecho aplasta mis senos… Estoy perdiendo el control por completo».
En su imaginación desbocada, el extraño rompe con facilidad su minúsculo tanga antes de dejarse caer sobre la cama. Alicia se recuesta junto a él y, sin poder evitarlo, se lleva su miembro hasta la boca.

«No puedo más…».
Se ve a sí misma situándose sobre el extraño y conduciendo el miembro de éste hasta el interior de su vagina. Sensaciones parecidas a las anteriores se reproducen en lo más íntimo de su cuerpo. Siente como, poco a poco, aquellas venas que parecen estar a punto de estallar frotan lentamente las paredes de su vagina. Sus manos se aferran al poderoso pecho del desconocido sintiendo en sus dedos la viscosidad de su propia saliva.
En un movimiento inesperado, éste la levanta un tanto separándola de su cuerpo para situarse sobre el de Alicia.
«No quiero estar debajo».
Sin tiempo para reaccionar, el extraño separa sus piernas y comienza a morder la parte interior de sus muslos hasta alcanzar vulva.
«Su cara me rasga, me escuece…». «Ahí no…» imagina exigiéndole al extraño que no le hace caso alguno mientras su lengua continúa lamiendo su encendido clítoris.
Alicia siente en las yemas de sus dedos la humedad de sus labios vaginales, que acaricia cada vez con mayor vigor.
De repente, el desconocido se incorpora y, sin previo aviso, introduce su miembro en Alicia. Ésta, sorprendida, aguanta la respiración ante las molestias que ello le supone. Siente como el pene sale por completo de su vagina para, apenas un segundo más tarde, volver a introducirse con cierta brusquedad. Alicia siente como su vientre arde por dentro. El desconocido repite el movimiento una tercera y definitiva vez. Sus movimientos acompasados cada vez son más rápidos y violentos.
«Quería ser yo y me está penetrando sin poder evitarlo… Sus nalgas están duras y se contraen en cada vez que empuja dentro de mí. Me duele, me gusta».
Y, sin explicación posible, en su fantasía aparece la figura de Nira. En un rincón de la habitación a oscuras, Alicia adivina su presencia. Los está mirando en silencio, inmóvil, con el mismo vestido azul que la viera horas antes.
—¿Qué haces en mi habitación? —le pregunta sintiendo cómo el desconocido continúa penetrándola.
—Quiero ver cómo disfrutas. —responde Nira desde la oscuridad.
—¿Lo has visto todo?
—Desde el principio. Y quiero que disfrutemos justas. Quiero ser yo quien te haga llegar hasta el final.
Sus dedos índice y corazón se introducen con facilidad en una vagina que se estremece al mínimo roce. Alicia comienza a mover su mano derecha, primero con lentitud, para luego ganar en brusquedad. Su respiración comienza a entrecortarse.
Por iniciativa propia, Nira se acerca hasta la pareja y besa las nalgas del desconocido que la mira sorprendido, sin dejar de moverse. Luego recorre la espalda y las piernas de éste arañándole con sus uñas pintadas en negro al tiempo que disfruta sintiendo su musculatura en la yema de sus dedos. De repente, en uno de sus movimientos, Nira apresa el miembro del desconocido e impide que vuelva a introducirse en la vagina de Alicia.
—¿Por qué lo haces? —le pregunta ésta sin comprender aquella acción.
—No quiero que este tipo eyacule dentro de ti. —responde Nira con voz grave y una intensa mirada en sus ojos negros que Alicia comprende.
El extraño se incorpora, mira a ambas y desaparece de la fantasía de Alicia con el mismo sigilo que llegó. Alicia, sobre la cama, siente como Nira se sienta delicadamente sobre su vientre y se despoja del vestido. Su cuerpo queda desnudo. Alicia siente la calidez del vello púbico de Nira. Ésta, sin mediar palabra, se acerca hasta su rostro y la mira con la misma intensidad que antes para luego besarla con violencia.
«Siento el carmín de sus labios sobre los míos impregnándolos por completo. Me muerde el labio inferior ligeramente. El placer que siento con ese dolor me sacude todo el cuerpo».
La mano izquierda de Alicia pellizca su pecho y luego recorre su cuello hasta que sus dedos comienzan a juguetear con su lengua como si de Nira se tratase.
«—Creí que nunca podría besarte—. Mesusurra al oído mientras sus manos comienzan a acariciar mis pechos incorporándose un tanto. Guardo silencio cuando, sentada sobre mi vientre, se despoja de su vestido. Ante mí, sus pechos quedan desnudos sin recato alguno. No puedo evitar que mis manos lleguen hasta los pezones oscuros y grandes que se muestran».
—¿Te gustan? —me pregunta moviéndolos divertida entre mis manos—. Seguro que así te gustarán más.
«Lentamente, se recuesta sobre mí. Apoya sus pechos presionando los míos mientras su vello roza mi vulva».
—Tienes calor, mucho calor… —me dice—. No puedes regresar a Londres, no soportaría estar sin ti. Necesito tus ojos azules, tu voz, tu cuerpo…
La mano izquierda de Alicia desciende lentamente y comienza a frotar alocadamente su clítoris. Su vientre se endurece y sus piernas se alzan un tanto hasta descansar todo su peso en la planta de los pies.
«Vuelve a morderme los labios, luego agarra mi cabello con fuerza y tira de él hacia atrás. Sus pechos no dejan de moverse sobre los míos, inmovilizando mi cuerpo. Siento como sus manos llegan hasta mi vientre y luego aprietan con fuerza mis nalgas. Sus dedos acarician mi clítoris».
«Nira…».
«Su lengua lo lame una y otra vez. Su dedo se ha introducido en mi vagina, moviéndose al compás de su lengua. Dios mío, nunca creí que esto fuese así…».
Los brazos le oprimen sus pechos hasta el punto que siente dolor en los pezones. Sus manos no dejan de moverse con violencia.
—Ya no puedes más… —exclamaNira mientras continúa masturbándome—. Mírame, no aguantes más…
—Espera, todavía no…
—No puedes evitarlo. —me dice con una sonrisa.
—En tu cara no… —respondo en un último momento de cordura. No quiero tener un orgasmo y que mi flujo empape su rostro. Me gusta demasiado como para hacerle eso…
«La agarro de su cabellera negra obligándola a subir hasta que sus labios se unen con los míos. Sí, sus labios… Me besan con fuerza. Siento en ellos el sabor de mi propio cuerpo».
«Nira vuelve a acariciar mi clítoris hasta que mi mano la sustituye para que ella introduzca de nuevo su dedos en mí».
—Eres un encanto. —me dice sin dejar de masturbarme—. No luches más contra mí, sabes que lo conseguiré.
—Un poco más, espera…
«No puedo abrir los ojos pero escucho su sonrisa, los movimientos de su mano en mi interior y de la mía rozando la suya mientras acaricio con fuerza mi clítoris. De repente, los movimientos de su mano derecha se aceleran. Se recuesta un tanto sobre mí. Siento el movimiento de sus pechos sobre los míos y la calidez de su vientre. Consigue besar mis labios, los muerde y… el delirio».
Una primera oleada de placer estremece a Alicia. Sus manos se detienen por completo. Permanece inmóvil y tensa la musculatura de su vientre intentando evitar lo inevitable. Una segunda oleada le atraviesa por completo. Su boca se abre mientras sus párpados están cerrados con fuerza. Un tercer espasmo incontrolable hace que gire sobre su lado izquierdo y junte las piernas hasta adquirir posición fetal. A su mente acude la fantasía de Nira con sus nalgas frotando su vulva. Siente como la saliva desciende por sus labios hasta humedecer la almohada. Un ligero movimiento de sus dedos en el interior de la vagina desencadena el orgasmo que había intentado evitar. Los labios de Nira besando los suyos se aparecen ante ella mientras sucesivos estremecimientos de placer recorren su cuerpo.
—Joder… —exclama entre gemidos sintiendo un placer imposible de contener.
Minutos después, todavía inmóvil, la imagen de Nira regresa ante ella. Esta vez en vaqueros y camiseta blanca, como el día que hicieron la excursión a la playa de las Carpinteras, en el sur de la isla.
—Nira…
En el reloj de la mesita de noche faltan pocos minutos para las doce del mediodía. En el mismo baño en que comenzase su fantasía la noche anterior, la ducha suena tras las cristaleras. El esplendor de su cuerpo apenas cumplidos los treinta se oculta tras jirones de espuma. Inmóvil, con las manos sobre los azulejos de la pared y la cabeza apoyada en estas, Alicia deja que el agua caliente desciende por su espalda.
—¿Pero qué me pasa? No me gustan las mujeres. Nira tiene veinticuatro, hace un par de meses que ha roto con su novio, tengo que regresar a Londres y además… Además es mi cuñada.
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