top of page
Buscar

4º LABIOS ENTREABIERTOS. PORTADA

  • Foto del escritor: LABIOS ENTREABIERTOS
    LABIOS ENTREABIERTOS
  • 5 may 2018
  • 2 Min. de lectura

¿POR QUÉ ME GUSTA ESTO?

Las calles eran barridas por un ligero bien que parecía evitar la lluvia. Era frío pero no le molestaba cuando llegaba hasta sus mejillas. Le gustaba aquella sensación de sentirlas adormecidas de lo heladas que estaban y, más aún, cuando entraba en algún lugar cálido y parecían recobrar una vida perdida. Entonces, en apenas un par de minutos, parecían hervirle, un estallido de vida sin que tuviese que hacer nada para conseguirlo, simplemente pasear por la calle y buscar refugio en algún local.

―Espero que sea como en las fotos de face. Parece un buen tío, espero que no sea un tarado como tantos, ni un friki ―se dijo a medida que se acerca al bar en el que había quedado―. Dijo que ya lo había hecho varias veces y que le había encantado… Ya veremos.



Una vez dentro, recorrió el local con la mirada hasta que advirtió la figura de un hombre, con americana negra –tal y como habían quedado- que parecía esperar en una mesa, frente a una taza de café mientras ojeaba el periódico del día. Respiró profundamente y se dirigió hasta él. Cuando éste la percibió, cerró el diario, se incorporó y la saludó estrechándole la mano

―Creí que me iba a dar dos besos, pero me ha dado la mano ―se dijo ella― Tal vez sea tan tímido como yo. Espero que luego no sea un pervertido. Paso del sado, la dominación y cosas así…

En el dormitorio, la respiración de él sonaba entrecortada. Alguien que prestasen atención hubiese escuchado el sonido repetitivo de algo húmedo que parecía resbalar sobre otro algo. Él, desnudo a cuatro patas sobre la cama, permanecía inmóvil mientras ella lamía sin descanso su ano al tiempo que su mano derecha agarraba con fuerza su pene masturbándolo.

―No se lo ha depilado, me gusta. Parece más guarro pero huele bien. Este tío no es un dejado ni un “pasao” de vueltas. Me gusta ―se decía para luego, introducir uno de los testículos en su boca y jugar con su lengua― Los tiene hinchados. Seguro que ha estado sin correrse algunos días para explotar hoy.

Sentía como las venas del pene se tornaban cada vez más grandes y duras y el tipo, del cual no recordaba su nombre, cerraba los ojos con fuerza.

Ella miró la toalla que, doblada varias veces sobre la cama, esperaba apenas a unos centímetros del pene.

―Eso de beberse la corrida, nunca más. La última vez casi vomito. No me juego una enfermedad ni una vez más. Me lo tengo que quitar de la cabeza.

Y, de repente, la cintura del extraño comenzó a moverse. Ella se lanzó a introducir su lengua en el ano mientras lo masturbaba con fuerza. Sintió en su lengua cómo se contraía una y otra vez al tiempo que el semen ardiente corría por sus dedos hasta caer en la toalla.

―Se ha corrido ―se dice jadeando, sintiendo todavía en su lengua los últimos espasmos del ano y las nalgas sobre sus ojos cerrados. ―¿Por qué me gusta esto?

 
 
 

Commenti


bottom of page