1º LABIOS ENTREABIERTOS. PORTADA
- LABIOS ENTREABIERTOS
- 21 abr 2018
- 2 Min. de lectura
Los cristales del vehículo se habían terminado empapar con el vaho. Fuera, la negrura de la noche apenas permitía que las luces de los coches que se perdían en aquella carretera secundaria dibujaran las encinas que los rodeaban.
Durante unos minutos había sentido en su interior las envestidas del joven. Tímidas y rápidas al principio; queriendo demostrar que era todo un hombre. Le había dejado hacer porque ella, mejor que él, sabía lo que hacía.

Solo era cuestión de tiempo, apenas unos minutos, que el veinteañero frenase el ritmo con que la penetraba. Sabía que, de seguir así, la eyaculación sería inminente y, con ella, el final del disfrute. Fue entonces cuando ella comenzó su domino. Sus caderas comenzaron a moverse acompasadamente. Primero de manera lenta y luego más rápida y violenta. Sujetó las manos del muchacho obligándolas a que apretara con fuerza sus pechos y luego llevándolas lejos de su cuerpo. No quería sentir nada de él salvo el miembro sobre el que se sacudía.
Se movió una y otra vez a su antojo hasta que su víctima comenzó a moverse de manera compulsiva. Sentía como los espasmos de placer del muchacha se reflejaban en muecas de su rostro. Y entonces, apremió todavía más sus movimientos. Había vencido. Había hecho con aquel joven lo que le había dado la gana. Provocó su orgasmo cuando quiso y como a ella le gustaba. Había vencido.
¿Y su placer? No lo había pensado, no tenía urgencias. Tal vez el muchacho aun tuviese ganas de lamer su clítoris hasta que ella dijese o, por qué no, podía esperar a llegar a casa y conseguir el placer que quisiese. Ese era su poder.
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